Carta a los familiares de mi paciente de la UCI

20140111-215353

Me llegó ayer, vía @Neomed, esta carta, escrita por una enfermera americana. Aunque a mi gusto se centra demasiado en lo más duro de nuestro trabajo (que también es enormemente gratificante), me parece interesante como reflexión. Así que le pedí a su autora permiso para copiarla aquí. La traducción (un tanto de andar por casa, y también un poco libre) es mía; si queréis leer el original en inglés, lo tenéis aquí.

Querido (y desencantado) familiar de mi paciente de UCI:

Así que entraste y me encontraste cantando una canción mientras colgaba aquella medicación intravenosa, ¿eh? Te quedaste un poco desconcertado y pensaste: «¿Es aquella canción de Sonrisas y Lágrimas? ¿Cómo puede estar tan contenta viendo a mi padre con un tubo en la garganta?» 

Pues sí, es Sonrisas y lágrimas. Después de todo, «these are a few of my favorite things».

Pero ahora en serio, no estoy cantando por gusto. Lo que no sabes es que canto para controlar mis nervios, para mantener la calma. Tu padre estuvo a punto de morir antes de que entraras. Estoy preocupada por él, pero no quiero que me lo notes en la cara. No quiero que te preocupes. Es mi trabajo. Sólo quiero que le demuestres tu cariño.

Sé que nos escuchaste reír y contar un chiste. Y que no lo encuentras nada divertido mientras tu madre siga confinada en esa cama, atada a todos esos monitores.

Lo entiendo. De verdad. Espero que puedas comprender que mientras tú estabas esperando fuera, despreocupadamente, nosotros salvamos a la joven de la habitación de al lado. No podía respirar. Ahora ya puede. Pensamos que no conseguiríamos intubarla a tiempo…

También reanimamos al hombre de la habitación de enfrente. Le desfibrilamos muchas veces, y yo incluso le rompí alguna costilla. Justo cuando nos temíamos que no lo recuperaríamos, lo hicimos.

El paciente de la habitación contigua no tuvo tanta suerte. Lo intentamos; recé por él, pero se fue de todos modos. Abracé a su hija y la dejé llorar en mi hombro durante 20 minutos.

Algunas veces necesitamos reír. Es lo único que sabemos hacer. Tememos que, si empezamos a llorar, no seremos capaces de parar.

Lo siento de veras si te parecí cortante cuando entraste a la hora de la visita. Sé que pensaste que estaba siendo maleducada, y que al salir te quejaste de mí diciendo: «¡debía estar deseando irse a descansar un rato, en vez de tomarse el tiempo de hablar conmigo!»

No. No me tomaré hoy ningún descanso. Y no pretendía ser maleducada. Estaba concentrada en los cambios que acababa de ver en el electrocardiograma de tu padre. Pensaba qué más podría hacer cuando su tensión se hundiera de nuevo. Porque ya le estamos administrando la dosis máxima de esos fármacos que ves ahí colgados. Sé que aún no estás preparado para decir adiós. Y yo no estoy preparada para rendirme. Eso me distrae a veces y me hace ser menos comunicativa.

Quiero que sepas que cuando veo a tu madre en esa situación, comparto tu dolor. Pienso en mi propia madre, que ya murió. Cuando veo su enfermedad reflejada en la de tu madre, tan parecidas, es como volver a abrir mi herida. No dejo que lo notes, pero me trago mis propias lágrimas mientras tú lloras.

Querida madre, mientras tú tratas de mantener la serenidad ante tu hijo inconsciente, yo tengo que esforzarme para no llorar contigo. Tu dolor me pone delante la fragilidad de los niños. Y a mí, como madre, no me gusta. Sudaría sangre para luchar por la vida de tu pequeño, de la edad que sea. Sé que podría ser mi propio hijo.

Querido amigo, siento haber tenido que irme mientras llorabas ante tu esposa enferma. Siento no poder ser más fuerte para ayudarte. Por un momento me puse en tu lugar. Imaginé a mi esposo en esa situación, y me entristecí. Entonces regresé para seguir luchando por ella. Solo quería que lo supieras.

Mi canto, mis chistes, mi comportamiento alegre, podrían hacerte pensar que soy indiferente. Mi aire distraído o mi expresión firme, que no me preocupo.

Pero lo hago.

Lo que no ves es que, cuando vuelvo a casa después de terminar una larga jornada, en ocasiones aparco el coche y lloro. Todo el estrés de luchar por ellos, todas las penas acumuladas, todas las emociones finalmente me atrapan. Entonces no canto ni río. Lloro.

Luego me seco los ojos y entro. Y abrazo a mis pequeños y a mi marido un poco más fuerte. Después me voy a la cama temprano para poder volver por la mañana, a luchar por ellos, un día más.

Solo quería que lo supieras.

Cordialmente,

Tu enfermera de UCI

Adaptado de http://www.savortheessenceoflife.com

Esta entrada fue publicada en Historias de la UCI, Medicina. Guarda el enlace permanente.

91 respuestas a Carta a los familiares de mi paciente de la UCI

  1. Adriana Salazar dijo:

    Excelente reflexión 👏🏻👏🏻👏🏻

  2. Sandra dijo:

    Hola! Se que hace tiempo que está publicado este post, pero aún así quería dejar mi comentario. He leído en algún comentario más arriba que raramente los familiares leen este tipo de post. Yo soy familiar. Mi padre está ingresado en UCI desde hace dos semanas y una de ellas con ventilación mecánica. Nadie nos prepara para estas situaciones, nadie nos dice como recomponernos cuando salimos de la visita o cuando estamos esperando a que abran la puerta y no siempre, por las necesidades que surjan, lo hacen a la hora. Y te preocupas. Piensas en qué estará pasando dentro, por qué no han abierto aún. Y piensas si será tu familiar. ¡No por favor! Y miras a la señora de al lado, que tiene gesto triste y pesaroso y piensas: «que tampoco sea su familiar». Ni el de nadie, ojalá solo necesiten cinco minutos más porque acaban de bajar a un paciente que está mucho mejor a la planta. Todas estas cosas piensas cuando suena la puerta. Y entras casi corriendo pero a la vez con una sensación de miedo, como queriendo no llegar. No sabes cómo estará hoy. No sabes lo que el médico tiene que decirte.
    Y entonces ves a los/as enfermeros/as que están riendo, o charlando, o mirando el móvil. En un primer momento te choca. Tú llegas con un estado de ansiedad bastante alto y ellos/as están riendo. Pero entonces tienes la suerte que tenemos nosotros, mi familia. Y viene el doctor o doctora a contarte como va la evolución. Viene el enfermero o enfermera a cambiarle la medicación… y te das cuenta de que hacen lo que pueden. Y de que se preocupan. Lo están intentando todo como mejor saben hacerlo. Y eso se agradece. Se agradece mucho, hasta límites que no sabías.
    Desde aquí quiero dar las gracias a todo el equipo de U.C.I del Hospital Infanta Elena de Valdemoro (Madrid) por su gran trabajo, eficiencia y mejor calidad humana. Muchísimas gracias.
    P.D: espero que se pueda poner el nombre del hospital y que a nadie siente mal. Un saludo.

    • anadeph dijo:

      Este comentario merecía ser una entrada del blog, y eso he hecho… Podéis leerlo en «Mi padre está en la UCI». Espero que vaya mejor, Sandra

  3. Pingback: “Mi padre está en la UCI” | Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre

  4. Smeriner dijo:

    No entendería jamás a alguien que critique que traten a su familiar con una sonrisa, con una canción con una broma en los labios. Cuando me operaron de pulmón hace unos años, se me fisuró una costilla en la operación así que me dolía cada respiración. No supe de que venía el dolor hasta después de que me dieran el alta, así que yo sabía que no era normal que doliera tanto pero no sabía qué pasaba. Cada sonrisa de un médico, enfermero, enfermera transmitía tranquilidad, bromas con los enfermeros, ahí con mi aparato de drenaje, y con ganas de reir y temor a la vez porque… dolía claro, y aún así prefiriendo el dolor con la risa, que no reir. Nos hace sentir mejor si vemos en nuestro entorno a gente amable, sonriente y les vemos tranquilos, claro que sí. Sí a las sonrisas, a las bromas y las canciones.

Deja un comentario